BUSTRÓFEDON
Gregorio Martines
Nuestro colaborador hace un cálculo de lo que actualmente valdría el oro que entregó el inca cautivo a Francisco Pizarro para que lo dejaran con vida.Por tanto, al cabo de 473 años, debido al timo del emperador Carlos V, España tiene pendiente con el Perú la devolución de 1.5 billones de libras esterlinas, exactamente 1"496,055'396,000 en moneda británica. Equivalente a 2.4 billones de dólares...
Cuando Cristóbal Colón llegó al nuevo mundo, en la Europa mercantil circulaban monetariamente 100 toneladas de oro, o sea 3.3 millones de onzas troy. Para el capitalismo y la modernidad nacientes, siglo XV, el oro representaba el lubricante para echar a rodar la producción con el músculo de la esclavitud de indígenas y negros.
Está bien documentado que después de que Europa acarreó el metal precioso de México y el Perú, el oro monetario en el viejo mundo creció diez veces y alcanzó 1,000 toneladas.
En 1533, el inca Atahualpa, emperador del Tahuantinsuyo, previo trato legal y negociación diplomática, le entregó al conquistador Francisco Pizarro, como rescate por su vida, más de 5 toneladas de oro y 11 de plata. Unas 500 arrobas de oro, conforme consta en el acta del rescate, levantada en Cajamarca, con todos los requisitos notariales, por el tesorero del emperador Carlos V.
Pero la Corona española, representada por Francisco Pizarro, incumplió el contrato. Violó el acuerdo. Y, en este caso, no se trata de un acto de guerra sino de un legicidio. Fueron 5,720 kilogramos de oro, aparte del cargamento de plata, y la quinta parte de aquel pago quedó, por ley, en manos de la Corona española. El resto se lo repartieron los conquistadores según el rango. El rey recibió su parte, a pesar de que incumplió el acuerdo.
El único beneficio que el inca Atahualpa recibió de los conquistadores fue que Hernando de Soto, el explorador de la Florida y de Mississippi, le enseñó a jugar ajedrez. Entonces, para ser justos, esas horas de buena docencia del capitán Hernando de Soto bien podrían descontarse de los réditos, no con la tarifa del maestro Ciruela sino similar al cobro de un asesor internacional.
Tenemos que poner en relieve que el rescate que pagó el inca Atahualpa, en 1533, resulta cuatro veces el monto de oro que el banquero alemán Jakob Fugger gastó en 1519 en la elección de Carlos I de España como Carlos V, virtual emperador romano. En aquella feroz campaña electoral, el rey de España tuvo que enfrentar, con grandes recursos, las poderosas candidaturas de Francisco I de Francia y de Enrique VIII de Inglaterra. Así, con una vara semejante, tiene que medirse la importancia económica y política del rescate incumplido que España le cobró al Perú.
Por supuesto que el burgués Jakob Fugger reclamó, luego del triunfo, la cancelación de su aporte. En su famosa carta se dirige a Carlos V como "Serenísimo y todopoderoso emperador romano". Pero es directo al mencionar la deuda. "Con el objeto de asegurar la corona del imperio para vuestra realeza, ofrecimos garantías a varios príncipes que depositaron su confianza y su fe en mí. Cuando los delegados designados por vuestra majestad real trataban de llegar a un acuerdo con los príncipes electores, nosotros aportamos considerables fondos para alcanzar dicho propósito. Tan caudalosas sumas no eran solo mías y de mis sobrinos, sino también de algunos buenos amigos. Sin mi ayuda oportuna, vuestra majestad no habría podido adquirir la corona de emperador". Poquísimo ha variado el lenguaje de los banqueros desde el nacimiento del capitalismo.
Fugger, establecido en Augsburgo, se había convertido en el hombre más rico de Europa. Era el Rockefeller de su tiempo, el Bill Gates del siglo XVI. Sin embargo, Atahualpa, en el remoto Perú, disponía de más oro, cash.
En 1992, durante la conmemoración del V centenario de la invasión del nuevo mundo por las hordas depredadoras del viejo mundo, se mencionó, con timidez, la devolución del rescate pagado inútilmente por Atahualpa. Jurídicamente sería timo y estafa, al margen de la guerra de conquista. En dicho momento, un economista que fue presidente del Banco Central de Reserva, Manuel Moreyra Loredo, señaló que el rescate entregado por Atahualpa, 5 millones de gramos de oro y 11 millones de gramos de plata, alcanzaba un valor de 2,000 millones de dólares, valor que con los intereses ascendería casi a 9,000 millones de dólares.
Es decir, según la evaluación de Moreyra, el rescate pagado por el emperador del Tahuantinsuyo equivaldría a una quincuagésima parte del valor de una empresa como General Electric y apenas una centésima de la Microsoft de Bill Gates. ¡Cómo! Si ya hemos visto que Atahualpa tenía más cash que el Bill Gates de su tiempo. Manuel Moreyra Loredo tenía autoridad incuestionable en tal terreno, pero no fue exhaustivo en la explicación del criterio seguido para calcular los réditos. Y algo elemental, el oro no se pondera en gramos sino en onzas troy. Así ha sido siempre, desde el nacimiento del capitalismo, cuando la bolsa mundial de valores estaba en la república de Venecia.
Si las cantidades que da el acta del rescate, levantada por el notario de Carlos V, se convierten a onzas troy, serían 183,922 onzas de oro y 353,697 onzas de plata, sin contar las fracciones. Este es el monto básico. Y en aquellos tiempos -porque la valoración tiene que ser histórica- una onza de oro costaba 10 libras esterlinas. La plata se cotizaba a 16 onzas por una libra esterlina.
Entonces, el oro del rescate incumplido valía en los tiempos de Atahualpa 1'839,228 libras esterlinas, mientras el cargamento de plata solo llegaba a 22,106 libras. En total, 1'861,334 libras esterlinas. Esta es la cifra clave sobre la cual se tienen que cargar los réditos. Operación difícil que requiere sucesivos cálculos de interés compuesto por cada año transcurrido. Ni la admiración por Georg Cantor y su teoría sobre la infinitud de los números me sirvió, pues mi computadora marca chancho se rindió. Pero el auxilio experto del ingeniero Jorge Tapia, armado de una supercomputadora, resolvió la situación. Jorge Tapia tiene nexos con la literatura. Asistía casi de incógnito al taller de poesía que dirigían Hildebrando Pérez y Marco Martos.
Con respecto a las cuentas inmemoriales existe abundante jurisprudencia. En tales casos, la tasa de interés anual oscila entre 1% y 3%. El Perú tendría que elegir el 3% para dejar margen a las negociaciones. Por tanto, al cabo de 473 años, debido al timo del emperador Carlos V, España tiene pendiente con el Perú la devolución de 1.5 billones de libras esterlinas, exactamente 1"496,055'396,000 en moneda británica. Equivalente a 2.4 billones de dólares, pero billones aritméticos, no los billones bamba de solo mil millones que usa PPK.
A partir de esta cifra se pueden establecer formas de pago y amortizaciones. Cualquier tribunal internacional dictaminaría que el monto del rescate incumplido tiene que restituirse. Eso sí, jamás se debe confiar en la incompetente burocracia del Estado. Contratar con un solvente estudio de abogados en España y comprometer al juez que le ajustó las clavijas a Augusto Pinochet.
Ya sé que los bobos de siempre, aquellos que se rasgaron los trapos por el retiro del monumento de Pizarro, dirán que este reclamo, traído de los pelos, ahuyentaría del Perú a los inversionistas españoles. Mentira. Al contrario, la restitución del monto del rescate de Atahualpa, en tecnología más que nada, sería un festín para las empresas españolas. Esa dinámica no solo impulsaría al Perú sino también a la propia economía de España.
Pero esta gracia histórica, este cuantioso legado del inca Atahualpa, el precio de su propia vida, no tiene que caer en manos de quienes ahora se perfilan como posibles gobernantes. Que los presidentes de región saquen cara por el pueblo peruano.
Domingo 5 de agosto del 2006/ Perú21